Si lo que buscas en tus próximas lecturas es la intensidad y la acción de una historia trepidante, te recomiendo que aparques esta novela para otro momento. Sin embargo, si tienes ánimos para la reflexión, busca un ejemplar porque creo que esta novela no te defraudará.
Si bien puede parecer una historia anodina con su voz narradora sosegada y calmada, es una novela que te despierta del letargo al que estamos sometidos. Este ente omnipresente que todo lo ve, te pone un espejo delante de los ojos justo en el momento en el que rebotan los rayos de luz, y te incomodan, dibujan una mueca en tu cara e, inevitablemente, despiertas y abres los ojos. Una voz narradora poética y política que nos cuestiona nuestro modo de vida. La autora nos presenta otros modelos de vida familiares, relacionales, laborales y económicos que serían mucho más coherentes con nuestras necesidades, pero que se sitúan en las antípodas del modelo conservador capitalista. Nos encontramos sumergidos en un modelo social puramente capitalista insano que nos asegura que conseguir la plenitud es llevar una vida abarrotada de posesiones, dinero y trabajo. Vivimos una vida anodina cual ratones de laboratorio infelices metidos en una caja de cristal haciendo girar incesantemente la rueda. Esta es nuestra verdadera tragedia.
Lena, Hugo, Ramiro, Camelia, y Jara rondan los 40 y todavía comparten piso. ¿Lo hacen porque se ven obligados por la necesidad económica o también por la certeza de que otros modelos vitales son posibles? Son personajes críticos, que reflexionan y cogen el timón de sus vidas, sin grandes pretensiones más que llenarlas de buenos momentos, cariño y amistad. Personajes críticos, que viven alerta, tratando de identificar los males crónicos enquistados en la sociedad actual. Ratones que se rebelan y deciden no correr más. Reniegan de la sociedad clasista e injusta impuesta por el capital que nos roba el tiempo. Aunque saben que este combate es difícil y agotador, no cesan en su intento, batallando desde la individualidad pero también desde la fuerza de la colectividad y el activismo social.
Belén Gopegui es crítica y subversiva. Su voz es inquietantemente lírica y potente. A mí me robó el corazón hace muchos años con una de mis novelas favoritas “La escala de los mapas”. ¿Habéis leído algo de ella?
“Las voces narradoras, según se ha confirmado, atraviesan muros, leen los pensamientos, recuerdan al pie de la letra las conversaciones, describen escenarios, muebles, la ruta evanescente de la luz entre las hojas de los árboles. Poseen, además, el don de la recolección.»
La voz de cada historia se adelgaza hasta ser una sombra de dos dimensiones, se pega a las paredes, junto con lo dicho escucha lo que se queda dentro. Hace volar la narración o la sumerge. Se disemina lejos, y luego rehace, guarda el brillo de hoy que ya mañana pasará inadvertido y los trozos rotos. Puede quedarse un rato en una persona cualquiera, de edad media y salario inseguro, nacida en un país de la mitad norte del planeta, alguien, pongamos, con afición por buscar, en el invierno, el resguardo de ese gajo de sol que entre los huecos de las nubes y edificios cubre un trozo de acera.”
