En Brillo (Blackie Books, 2022) Raven Leilani desenfunda una prosa lanzando ráfagas de frases centelleantes. Y, así, con esa soltura que desprende su estilo directo y cargado de un agrio humor, un haz de luz amarga nos atrapa en un descorcentante triángulo amoroso.
Eddie es una joven neoyorquina negra. Tiene un trabajo precario en una editorial infantil, que acaba perdiendo por tener comportamientos inadecuados. Ella quiere dedicarse a la pintura, pero se ve obligada a pagar la renta de un piso compartido apestado de ratas y un maldito crédito universitario. Tiene miedo de ser buena en la pintura, pero no lo suficiente. Para ella el sexo parece ser una vía de escape en el torbellino desordenado que es su vida. Después de haberse liado con la mayoría de sus compañeros de oficina, conoce a Eric en una plataforma digital. Un hombre que le dobla la edad, casado y blanco. Al poco tiempo de conocerlo, Eddie se entera de que su amante tiene una relación abierta con su mujer, la cual accede a esta relación e incluso tiene derecho a establecer los términos de la aventura amorosa. Cómo termina Eddie viviendo temporalmente en la habitación de invitados y estableciendo una estrecha relación con Rebeca y Akila, mujer e hijas de su amante, lo descubrirás si finalmente te decides por esta lectura.

Aunque el argumento no es lo más atractivo de la novela, sí tiene un estilo narrativo brillante. Una relación extramatrimonial donde la amante acaba viviendo bajo el mismo techo junto con la mujer y la hija, a mi modo de ver, carece de verosimilitud. Sin embargo, en Brillo lo que brilla es la determinación de la autora de encararse con temas tan delicados como el racismo, el sexismo y el capitalismo; en una sociedad en la que los jóvenes predicen un futuro borroso e incierto, mostrando la cara más amarga y solitaria de la vida en la gran ciudad. Lo que reluce en la novela es también el personaje de Eddie. Lelani podría haber caído en la típica caracterización de una mujer joven, negra y soltera que lucha día y noche para ganarse un merecido respeto en la urbe. Pero no lo hace. La escritora se aventura y va mucho más allá. No se conforma con crear el personaje de una superwoman negra que busca en su perfección la aceptación de la sociedad blanca dominante. Más bien todo lo contrario. Es la antítesis de todo esto y ahí irradia el valor añadido de esta historia.
Eddie parece no haber encontrado el timón que dirija su vida. Vive de forma descontrolada, tiene dificultades para entablar amistades, el interés en una cita lo encuentra en la posibilidad de ser invitada a cenar gratis y se instala al margen de cualquier convención social. ¿Cómo se va a ganar el respeto así una mujer negra, hambrienta y solitaria? De ninguna manera. Pero es que, Eddie no anda en la búsqueda de ese respeto porque vive en la aceptación amarga de la desilusión. Eddie vive en un espejismo en el que su máxima preocupación es poder dibujar un autorretrato en el que se pueda ver a sí misma. Lienzo tras lienzo se busca, pero no se encuentra. Imbuida en una continua frustración artística y paralizada por el miedo al fracaso, vive en un presente eterno porque el pasado duele demasiado y el futuro no parece que vaya a traer nada bueno.
Con todo, este pesimismo oscuro donde la dejadez parece haberse instalado en la vida de la protagonista, es aligerado con desparpajo. Leilani se estrena con un tono fresco y desembarazado. Capaz de crear frases que parecen cuchillos recién afilados, embadurnados de un humor cínico. Es, indiscutiblemente, una nueva voz que suena a resentimiento sin quitarte la sonrisa de la cara. Todo un logro.

