
Se publicó por vez primera en el año 2007. Aunque su autora, Olga Tokarzcuk, era ya una de las escritoras más valoradas de la literatura polaca actual; su recorrido no despuntó internacionalmente hasta que Los errantes fue traducida al inglés en 2018 y galardonada con el Premio Man Booker International. Al año siguiente, Anagrama se animó a traducirla al castellano, coincidiendo con el momento en que se reconoció a Tokarczuk como una escritora imprescindible, convirtiéndose en Premio Nobel de Literatura de 2018.
Su título en original Biegac significa ‘correr’ en polaco y es a la vez un término que hace referencia a una secta eslava de la antigüedad cuyos integrantes vivían de forma nómada. Los «biegac» creían que la única forma de escapar del mal era permanecer en continuo movimiento. Es decir, eran personas que se trasladaban en el tiempo y en el espacio para escapar. Para huir de algo. Un término delicado en la traducción, ya que no existe el equivalente en muchos idiomas y ha supuesto un reto para los traductores. La traducción en castellano hace referencia a aquel que anda en la búsqueda de un hogar y yerra en su intento, vagando de una parte a otra.
Cada idioma intentó buscar un término que se aproximase, de forma más o menos acertada, al tema central de la obra de Tokarczuk. Un texto que reflexiona sobre el cuerpo en movimiento. La voz narrativa, y alter ego de la autora, se define ya en las primeras páginas como un «yo» inquieto; que parece estar y escribir siempre en tránsito.
«A todas luces yo carecía de ese gen que hace que en cuanto se detiene uno en un lugar por un tiempo más o menos largo, enseguida eche raíces. Lo he intentado muchas veces, pero mis raíces nunca fueron lo suficientemente profundas, y me tumbaba la primera racha de viento. Tampoco he sabido germinar, desprovista de esa capacidad vegetal. No me nutro de la savia de la tierra, soy lo contrario de Anteo. Mi energía es generada por el movimiento: el vaivén de los autobuses, el traqueteo de los trenes, el rugido de los motores de avión, el balanceo de los ferris»
Los errantes, p.13

Esta voz viajera acompaña al lector a lo largo de un viaje por un territorio literario. Se define como alguien que escribe lo que ve a su paso sin un rumbo literario fijo: retazos de textos de innumerables formas, estilos y géneros conforman una cartografía textual laberíntica. El lector emprende así un camino interesantísimo en el que se le obligará a reflexionar sobre qué comporta el viaje, cuál es el significado de “hogar”, qué rumbo que tomamos y por qué, los lugares de tránsito, el imprevisto, el cambio continuo…
Nos movemos de la mano de una voz narrativa cuyo imaginario es tremendamente peculiar. Hay una extraña obsesión por la anatomía del cuerpo humano: sus partes, su recorrido, su degradación, su disección y su componente finito. Lo que conlleva a su vez a una obsesión por cómo conseguir perseverar algo tan efímero como el cuerpo mortal.
Movimiento y permanencia son los extremos en los que se mueve constantemente la obra cuyo eje central es el cuerpo. Se supone la vida como intrínseca al movimiento de un cuerpo en un tiempo y lugar constantes e infinitos. Un cuerpo que, paradójicamente, es finito y caduco. De ahí, la fascinación por las amputaciones, las extremidades en formol, los tejidos y la materia. El cuerpo deviene a su vez en suerte de meta-territorio donde otro movimiento aparentemente imperceptible también tiene lugar. Un territorio tan propio y a la vez tan desconocido.
Definida como una novela de estructura fragmentaria, también se puede definir como una obra “agenérica”. La autora se ha referido a ella como una constelación de textos, dado que dentro de la obra se encuentran historias de ficción, momentos de la historia ficcionados, biografías, memorias, cartas, relatos oníricos, reflexiones filosóficas y alegatos ecológicos y feministas. Una cacofonía de voces, un entramado donde las lecturas se yuxtaponen con fluidez y a la vez se superponen unas a otras.
A mi modo de ver, es una obra coral y compleja que está escrita con un enfoque panorámico y con un prisma innovador. La visión original y el estilo único hacen de esta gran escritora una pionera que consigue mover a la literatura, cambiar su rumbo y dirigirla hacia nuevos parajes.

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