La anguila

Reconozco que me gusta verme reflejada de vez en cuando en las historias que leo. Me ayuda a volver a sentir en las páginas lo que viví en carne propia. Identificar mi vida en ellas, asociar la ficción a mis experiencias y traumas; y poder leerlas con otros ojos. Y no creo que esto me convierta en una lectora perezosa y vanidosa. Busco algo más que el mero regocijo narcisista de verme reflejada en ella. En el reflejo, veo aquellos clavos del pasado. Pinchos acomodados que apenas se notan ahora. No suelen doler porque no piensas en ellos. Pero, para acomodarse han tenido que formar quistes alrededor cuya pus va haciendo mella en nuestra autoestima, en las relaciones con los demás, en la relación con nuestro cuerpo de mujer, siempre juzgado. 

Paula Bonet  (Villa-real, 1980)  reescribe su historia a caballo entre la novela de aprendizaje y la autoficción en una narración fragmentada sobre sus primeros años de juventud, el vínculo con su cuerpo, sus primeras relaciones (des)amorosas. Bonet escribe para reflexionar sobre su yo pasado, sin concesiones. Su narrativa es directa y sincera. Las líneas de La Anguila segregan un viscoso espanto al rememorar la historia de una chica joven que, no sabiéndose dueña de sí misma, accede unas veces al amor violento, otras veces al abuso de poder e incluso llega a esconder una agresión sexual. Bonet es valiente y, desde la distancia, consigue delimitar las relaciones abusivas que antes normalizaba y realizar un autorretrato íntimo y reflexivo, en el que no hay lugar para la autocompasión.

Leer La anguila (Anagarama, 2021) ha sido, en muchos momentos, volver a mi primera juventud y poder mirarme. Desde la narración de su propia experiencia, un espejo caleidoscópico de nuestro pasado común refleja situaciones similares, relaciones que recuerdan a esa mujer en prácticas atravesada por el género que muchas (todas?) fuimos alguna vez. Me ha servido para entenderme mejor. Me he juzgado y me he autocompadecido. Después me he entendido mejor a mí misma, me he comprendido y me he vuelto más fuerte. 

Compartir sus experiencias se convierte en un acto solidario de sororidad porque al leer a Bonet nos vemos reflejadas en lo que cuenta. Y, al contrario que Narciso, lo que vemos no nos gusta. La lectura despierta al clavo adormecido y escuece. Y, aunque el reflejo te repugna y un sentimiento de culpabilidad te sobrecoge (esa culpa extraña con la que solemos cargar las mujeres. ¿Cómo es posible que yo normalizara esto?, ¿Cómo puede ser que aguantara ese maltrato psicológico durante años?). Y ahí, no tienes más remedio que hurgar en la herida, volver al pasado y pensarte. Pero esta vez no estás sola. Bonet te ayuda desde la serenidad y la templanza de La anguila. El arte y la literatura pueden servir también para denunciar las agresiones que sufrimos las mujeres en nuestras relaciones más íntimas, y esta obra es prueba de ello. 

Una lectura aún más necesaria, si cabe, para los hombres ya que desde el tono calmado de la autora podéis tomar consciencia del daño infligido que, de tan normalizado, se tornó invisible. Las mujeres creemos que sólo nos ocurre a nosotras; los hombres que las actitudes agresivas las tienen los demás y por tanto os sentís ausentes de culpa. La culpa la cargamos nosotras. Es un sentimiento que nos atrapa a nosotras y del que parece que nos cuesta desprendernos. Sólo nos queda transformarnos en anguila y rebozarnos en su viscosidad para no ser atrapadas.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s